Los "hombres de la Tradición" viven en el "mundo moderno" que experimentan y consideran como su lugar de exilio. Pero esta sensación causa en ellos un deseo de libertad. Deben pues aprovecharse de las características, de los mecanismos, de las posibilidades de la sociedad moderna para crear la nueva sociedad de la Edad de Oro: tienen que vivir de su trabajo, por eso estos hombres pueden agruparse en cooperativas de producción y consumo, pueden construir cooperativas de artes gráficas, cooperativas artesanales o agrícolas; con este fin, pueden pedir créditos a los bancos, a las instituciones de ayuda; pueden pedir exenciones de impuestos; pueden recurrir a las instituciones sociales; no deberán enajenarse trabajando en las obras y las grandes fábricas, en los inmensos cadenas de producción; serán los propietarios de su propio trabajo; no trabajarán para acumular grandes fortunas, sino para adquirir el mínimo indispensable la supervivencia.
Esta red de hombres que desean del otro modelo de sociedad podrá, gracias a sus iniciativas personales, estar en condiciones de constituir redes que cubrirán todas sus necesidades vitales.
Entre ellos, los que son médicos responderán a las necesidades sanitarias, redescubrirán la medicina natural; otros, que sientan la llamada la tierra, experimentarán los viejos sistemas de cultivo, producirán alimentos sin agentes, sin aditivos y sin carroña; los que se sienten atraídos por la comunicación y la información, utilizarán sus propias imprentas, sus radios libres y crearán pequeños boletines periódicos, revistas donde analizarán la información, los acontecimientos de la "otra humanidad", no se limitarán informar de los hechos con objetividad sino, además, guardarán sus distancias."
Los que son atraídos por las artes manuales constituirán el equipo que elaborará todo lo que es necesario el hábitat (muebles, vestidos, objetos de consumo, etc.) de estos nuevos civilizadores. Se sentirán tan alejados de la sociedad que un simple combate electoral, un cambio de Gobierno o una crisis económica no los afectará; serán "apolíticos" al sentido griego del término: no por desinterés por la política, sino por menosprecio y por deseo de tomar sus distancias con respeto a los hombres políticos, sus esquemas y sus instituciones.
Los deseos culturales estarán cubiertos por profesionales de la cultura; los profesores se agruparán en escuelas libres, no sometidos al control del Estado. Aparecerán escuelas diferenciadas para los que se sienten sobre todo atraídos por la vocación ascética, así como escuelas guerreras para los que llevan en ellos el fuego del combate y la acción, escuelas profesionales para los que se sienten atraídos por el trabajo de las materiales y las formas, las escuelas campesinas destinadas los que quieren identificarse con una tierra y con su llamada - en definitiva, una enseñanza para que los hombres sean verdaderamente hombres, íntegros en su virilidad, y para que las mujeres sean mujeres en su femineidad; de esta manera finalizará la promiscuidad temática de la enseñanza moderna; se tenderá diferenciar los caracteres, a observar las tendencias innatas de los jóvenes.
Se organizarán en grupos, según sus afinidades, estando dirigido cada uno de ellos no por el que ha recibido más votos en su favor sino por el que halla llegado lo más lejos posible en las etapas de realización del ser: así resurgirá el viejo sentido de la autoridad y, de nuevo, el Orden triunfará del Caos.
Estas comunidades diferentes, dispersas, estarán en interrelación. Las unas y los otros intentarán responder la totalidad de sus necesidades con el fin de reducir al mínimo su dependencia frente al mundo exterior.
Considerarán la ecología y las energías alternativas con simpatía y tratarán de aplicarlos.
Buscarán practicar una vida comunitaria; por su ejemplo, intentarán en primer lugar suscitar una convicción teórica y, a continuación, intentarán pasar a la realidad práctica con vecinos y amigos; el proselitismo no constituirá una obsesión y no hipotecará su tiempo: "los que quieren entender, que entiendan".
Sus comunidades se distinguirán de las experiencias contraculturales, las palabras autoridad, orden y jerarquía serán sus normas internas. Todas estas redes constituirán los embriones de una contrasociedad ejercitada conjuntamente en la sociedad moderna, pero que no participa más en ella. Se ingeniarán en no tomar parte ninguna de las absurdidades de la sociedad moderna.
Si las trompetas de guerra suenan, no será la patria de los banqueros y oligarcas, ni la patria de los políticos corrompidos, ni la de los hombres-masa a quienes servirán, defenderán solamente a su comunidad , procurarán que en tiempos de crisis agudas y destrucción espectacular, su comunidad se repliegue en ella misma.
No esperarán que los tanques soviéticos o las bombas de neutrones los destruyan en las trincheras de la Europa social-democrática, de los burgueses conservadores o comunistas tan alienados como los que los combaten.
Su patria estará allí donde se encuentra a su comunidad. Pero no serán pacifistas: si deben combatir para defender su comunidad, combatirán, pero no sacrificarán el más grande tesoro del que disponen - su vida - para defender ideales cuyo pobreza no merece incluso el sacrificio de un perro: la democracia liberal, la sociedad del bienestar y del consumo, el proyecto socialista, el "Occidente libre", etc.