Desde los tiempos más remotos la humanidad ha conocido una visión del tiempo: el tiempo cíclico.
El tiempo cíclico refiere a las primeras nociones del tiempo desarrollada en la cultura del hombre. En el largo espacio de esta concepción del tiempo se alimentó la idea del eterno retorno donde hasta el mismo espíritu vuelve a empezar un nuevo ciclo. En la primera circularidad aparece un tiempo mítico, que se caracteriza por la ausencia de valor de la temporalidad.
En las culturas tradicionales, tal como enseñó Mircea Eliade, existía un tiempo cíclico marcado por ritos periódicos en relación con los procesos de siembra y cosecha, por los solsticios y ritmos significativos del sol y de determinados astros así como las festividades religiosas periódicas que emulaban el origen o fundación de su cultura. El tiempo como medida no tenía valor; el hombre vivía y explicaba el mundo que lo rodeaba a través de lo sagrado: es la primacía del homo religiosus
Pero hace aproximadamente tres siglos la civilización occidental rompió con esa armonía cíclica del tiempo. El hombre moderno apareció, el hombre histórico, que se cree y se reconoce como el creador de la historia. Se impone entonces la concepción del tiempo lineal ligada al progreso indefinido: había nacido la modernidad, época en la que hoy la humanidad se siente sin respuesta alguna ante la trascendencia y que, a su vez, esta comenzando a cuestionarse
La aparición de la historia
El surgimiento de la idea lineal del tiempo esta marcado por la aparición del monoteísmo. La construcción discursiva de la biblia proyecta de manera revolucionaria en la historia una forma de fecha que parte del pacto de Dios con los israelitas en el cual este les ofrece una Tierra Prometida. El cristianismo toma para si esta concepción y la introduce en Europa. Una maduración central de la idea de este tiempo lineal es la división entre pasado, presente y futuro, que se une a la primitiva idea de tierra prometida cuyo hito divisor sería el llamado juicio final.
En la Edad Media, marcada por el cristianismo, en cambio, coexistió la concepción cíclica del tiempo con la concepción lineal. El tiempo era marcado por los ritos, los rezos y las festividades eclesiásticas. Que continuando lo que se había echo en la antigüedad recreaban un ritmo cíclico que se repetía cada año, acercando la conciencia en una espiral creciente hacia una captación trascendente. La idea lineal en lo teórico dio paso a un tiempo lineal que se repetía eternamente, tal como lo concebían las culturas milenarias.
La idea progresista
Finalmente la Edad Media fue culminando, y con ella toda su concepción de los ciclos. Comienza a esbozarse la Modernidad, la gran cultora del tiempo lineal. Pero la modernidad no inaugura solo la concepción lineal del tiempo, sino también a la idea de progreso, teorizada ya por Leibniz en el siglo XVII. El progresismo inunda todas las teorías modernistas hasta el día de hoy. El progresismo es la concepción de que todo tiempo venidero es mejor que el pasado y el mismo presente. El método científico fue anexando a una serie de materias bajo un estudio predeterminado en el cual la linealidad y el progreso fueron un ingrediente común. Este progreso indefinido, por lo tanto, esta dado por la primacía de la ciencia y la técnica, por lo que las concepciones y explicaciones de índole religioso y sagrado deben ser eliminadas progresivamente.
Esa primacía científica del progresismo en la vida de los hombres tiene como ultimo fin, en teoría, la instauración de la felicidad terrenal en base al acceso igualitario de todos los seres humanos a los bienes materiales: es la primacía del homo economicus, que según la modernidad actúa y vive únicamente en procura de saciar sus apetitos materiales. Se da paso al materialismo filosófico, en el cual se acepta como única realidad posible a la materia. Sostienen los modernistas que hay una inevitable evolución y progreso en todo lo que habita en el mundo, las sociedades, la cultura, la técnica, incluso los mismos seres humanos.En la segunda parte veremos cuales son los exponentes teóricos defensores de estas ideas en los últimos tres siglos.