Como decía el pensador tradicional italiano Julius Evola, el deber de todo hombre diferenciado es el de "mantenerse en pie ante un mundo en ruinas" como extranjeros en un mundo decadente y repulsivo; convertirnos en una manifestación del Orden en medio de la Oscuridad y del Caos, representados por el mundo moderno, al igual que los Héroes tradicionales y mitológicos se ganaban el paraíso permaneciendo y luchando en los infiernos contra seres demoníacos.
Lo que se nos anuncia, pues, es el fin de la civilización antinatural e inhumana del antropocentrismo profano y profanador, es decir, el fin del actual reino de la mentira, la violencia gratuita, la demencia, la falsedad, la fealdad, la masificación y el caos; que tras ese hundimiento del mundo periclitado emergerá un mundo nuevo, una nueva cultura, nuevas formas de vida más en consonancia con la naturaleza humana y con sus altos intereses espirituales.
Nuestro deber, y con carácter de urgencia, es el de preparar el terreno para el desarrollo de las semillas espirituales de la nueva era. Hemos de colaborar activamente al advenimiento de la futura Edad de Oro, trabajando en la medida de nuestras fuerzas para que el tránsito hacia ella se realice de la manera más armoniosa posible y tratando de salvar todo aquello que merezca ser salvado de la oleada de destrucción que se avecina. Por ello las posturas conservadoras, reaccionarias, humanitaria o bienpensantes, no tienen cabida en nuestras filas. Hemos de mantenernos firmes, como un barco en medio de la tempestad, ante la ola de basura y podredumbre que se nos echa encima.