(Texto: Juan Ignacio Padilla. Co Fundador e Ideólogo del MNS. 1948).
En Celaya, Gto, fue la Alborada de Sangre. En esa región generosa, de gente brava y heroica, despuntó la victoria sinárquica fincada por la Providencia en el sacrificio de los Mejores.
10 y 11 de Julio de 1939 quedó sellada la alianza entre el Cielo y el Sinarquismo en aquella ciudad del Bajío guanajuatense.
El día 10, un grupo de Sinarquistas de Celaya, capitaneados por Gonzalo Aguilar y Juan Lugo, salieron a conquistar el Ejido de Juan Martín. Cuando las palabras del Sinarquismo eran escuchadas devotamente por los campesinos, se presentaron los reservistas con la orden de detener, vivo o muerto, a Gonzalo Aguilar, quien se había destacado como aguerrido al servicio del Movimiento.
Los que escuchaban se negaron a entregarlo a los asesinos. Entonces, éstos abrieron fuego sobre el grupo, cayendo muertos:
GONZALO AGUILAR
CRUZ SANCHEZ
TRINIDAD CAMACHO
GUADALUPE DURAN
REGULO CHIQUITO
JUAN JAMAICA.
Once heridos más quedaron tendidos en el campo.
Siete mil personas - Sinarquistas y Pueblo en general-, se dieron cita en el Hospital Civil de Celaya la tarde del día 11 para acompañar los cadáveres al Camposanto. Los seis féretros iban cubiertos con sendas banderas Sinarquistas, y al frente del cortejo, un grupo de mujeres llevaban una gran corona de flores con la inscripción:
"HONOR A LOS VALIENTES".
Al llegar la marcha - cortejo a la esquina Juárez - Colón, salieron a su encuentro, con ametralladoras y pistolas, los masones Francisco Ruiz Alfaro, jefe de la Oficina Federal de Hacienda, Leopoldo Jiménez (Pdte Municipal), el Inspector de Polícia y otros pistoleros. Sin que nadie explicara el atraco, arrebataron la Bandera Nacional a Reyes Grimaldo.
Ruiz Alfaro arrancó de la corona la inscripción Honor a los Valientes, al mismo tiempo que disparaba su pistola sobre Teresita Bustos, abanderada, quien cayó con el pecho atravesado, en mitad de la calle. La multitud se apresuró a perseguir al asesino y vino la segunda masacre. Los Masones disparaban sus armas y cayeron muertos, al lado de Teresita:
PORFIRIO GONZALEZ
JESUS MANCERA
ROMAN RONCO
MANUEL LARA
Quedaron gravemente heridos y llevados al hospital:
LUISA HERNANDEZ
TOMASA MORA
JOSEFINA GOMEZ
ANTONIO GUTIERREZ VEGA
NEMESIO VALENCIA
MANUEL SOSA
JOSE ARREDONDO
JUAN MOSQUEDA
ADRIAN CAMPOS
ANTONIO GARNICA
BALDOMERO SANTARROSA,
Esta ola de sangre, hizo que el Sinarquismo sacudiera al País entero y despertara atención y admiración más allá de nuestras fronteras.
Agencias internacionales de noticias divulgaron a todo el mundo los sucesos antes que la prensa local los diera a conocer.
El Periódico El Sinarquista gritaba desde su primera plana: "Diez compañeros fueron sacrificados por el Ideal de un México más Justo, más humano, más libre. El Sinarquismo obtendrá la libertad de México con sangre de mártires. Hoy, con mayor fe y con mayor entusiasmo que nunca, pronunciemos ante los Caídos nuestro saludo de " ! PRESENTES: VIVA MÉXICO ! ".
La sangre de nuestros muertos hará fecunda la lucha contra los enemigos de nuestra Patria. Que el Sinarquismo es una Doctrina de Vida lo demuestra el hecho de que ha surgido una fé, la fé ha conquistado corazones y por ello, el Movimiento ha dado mártires y héroes.
Estaremos de pie en nuestro sitio para cuando nos llegue la hora. La vida que tenemos no nos pertenece: es la Causa Sagrada por el generoso sacrifico de los Caídos. (Alfonso Trueba).
El Presidente Lázaro Cárdenas, de paso por Celaya, se detuvo a investigar los sucesos y a hacer - a su modo - completa justicia.
Espontáneamente, se reunieron frente a Palacio Municipal dos mil quinientos Sinarquistas a exigir castigo a los asesinos.
Al Lic Pedro Bravo y una comisión de Mujeres Sinarquistas, que lo entrevistaron, les ofreció en concreto: "Pueden esperar que las garantías que otorgan las leyes serán respetadas". "Se hará justicia completa".
Nueve meses después, Ruiz Alfaro y cómplices eran puestos en libertad por órdenes directas de Cárdenas, quien después, puso al primero al frente de la Oficina Federal de Hacienda en la Capital de la República. Así era la justicia "revolucionaria".
Manuel Zermeño, líder abrumado por el peso de los muertos, pero a la vez, impulsado por su sacrificio y ejemplo, lanzó el siguiente mensaje:
"México está pendiente de la Obra. De ésta Obra que hemos formado todos a través de los años de trabajo callado, heroico y constante. La Patria tiene puestas sus esperanzas en éste Movimiento, que no es creación de una persona, de un jefe o de un grupo, sino el resultado de una hermosa combinación de fuerzas cívicas ordenadas al Bien Común.
En éste Movimiento, ha puesto cada quien su esfuerzo personal y nuestra lucha florece en mártires cuya sangre conquista el corazón de México.
No es hora de vanagloria. Tampoco es hora de abandonar la actitud de combate. Apenas hemos cruzado una breve etapa de la vida. Urge apretar el paso y marchar con ánimo resuelto. Acabamos de pasar una hora de sufrimiento que nos ha herido en lo más profundo. La muerte de once valientes ha hecho sangrar nuestras almas. Sin embargo, el momento de derramar llanto ha transcurrido ya. Ahora es tiempo de ocupar los lugares vacíos multiplicando el trabajo.
Se han lanzado amenazas de muerte contra el Sinarquismo... ¿Cómo debemos responder? Ya los ausentes nos lo han enseñado. No agreguemos una palabra más a la elocuencia de su sangre".
Otro compañero Sinarquista pronunciaba el siguiente mensaje:
" En ésta hora de sangre, no debemos manchar la memoria de Nuestros Caídos con un pensamiento de cobardía o derrota. Hoy, debemos levantar el espíritu con mayor gallardía. Digamos con entereza de ánimo: "¡ARRIBA LOS CORAZONES!"
Surjamos del dolor de la muerte templados para una vida de lucha...
Todavía es tiempo: quienes no se hallen resueltos, den un paso atrás. Que desocupen nuestras filas aquellos que ante la sangre se acobarden. Aquí, queremos mujeres y hombres que estén dispuestos a seguir el camino marcado por nuestros muertos. Esta es la actitud Sinarquista".
Que invada, pues, nuestras almas el júbilo de la acción. Que la alegría de la luchar resplandezca en todos los espíritus sinarquistas. Cada uno de nosotros tiene una grave responsabilidad. Para cada uno de nosotros hay una tarea particular.
La voz de Manuel Zermeño, hecha clamor por el sacrificio de los Caídos de Celaya, no se apagó en el desierto.
Todo México respondió sumando su participación al Movimiento que en acciones pacíficas, pero organizadas, bien disciplinadas y con gran conciencia de Pueblo, estaba mostrando valor, generosidad y estrategia, a pesar de la violencia de los oscuros criminales que quisieron callar su voz.
La Sangre de los Mártires era semilla de nuevos Militantes.
Por toda la Patria, se afiliaban mujeres y hombres dispuestos a dar su Voto de Lucha, sucitados por la Sangre de los Caídos.
Hermandad, Hermosa Hermandad manifestada en medio de la oscura noche de odio, censura y represión, venciendo los miedos y organizando al Pueblo.